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La Carola, el mirador de Bilbao

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Examen de bilbainismo. Enumeren los iconos más representativos de la villa y recuerden cuántos de ellos han visitado al menos una vez en su vida. Seguro que en su repaso mental no faltan la basílica de Begoña, el puente de San Antón, el Guggenheim y San Mamés, pero muy posiblemente no hayan reparado en la ‘Carola’, un monumento que hasta ahora sólo se puede admirar de lejos. Aunque esto podría cambiar. El Museo Marítimo, responsable de la grúa, ha iniciado los trámites para analizar la posibilidad de que la estructura situada en Abandoibarra, el último vestigio de los desaparecidos astilleros Euskalduna, pueda abrirse al público convertida en un mirador. Tras comprobar que el estado del armazón es «bueno», los especialistas sopesan ahora cómo facilitar la accesibilidad, el gran obstáculo para transformar la antigua máquina en una atalaya de lujo desde la que otear la capital vizcaína a 35 metros de altura.
El proyecto, todavía en fase inicial, ha arrancado esta misma semana con las primeras revisiones que afronta la ‘Carola’ en la última década. Ingenieros de la empresa Tecnalia se han subido a la estructura para radiografiarla y han descubierto sus secretos a un equipo de EL CORREO, que ha podido visitar antes que nadie la cabina de la grúa -punto intermedio en el que se quiere instalar el mirador-, pero también el cuadrilátero superior de la estructura, que se estira 60 metros sobre el suelo. Zonas vedadas para el público de a pie hasta la fecha.
La ‘Carola’ fue construida en la empresa Talleres de Erandio entre 1954 y 1957 y se convirtió en la máquina elevadora más potente de la época en toda España. Podía levantar hasta 30 toneladas y permitía desplazar las grandes piezas que debían acoplarse a los barcos, por lo que se ubicó en un lugar preferente de las gradas del astillero. Funcionó a pleno rendimiento casi tres décadas, hasta que Euskalduna cesó su actividad en 1984 y abandonó la estructura a su suerte.
El paso del tiempo y los reiterados saqueos que sufrió estuvieron a punto de condenarla en los primeros años del Bilbao post-industrial, pero la grúa resistió. Finalmente, fue adquirida por el Ayuntamiento, que la cedió a la Diputación con la condición de que la mantuviera en Abandoibarra. Bajo tutela foral, la estructura se sumó al patrimonio industrial de Bilbao, se instaló junto al Museo Marítimo -al que se cedió su gestión- y afrontó en 2000 su primera restauración. Un lavado de cara integral que duró cinco meses y requirió una inversión de 72 millones de las antiguas pesetas.
900 grados
Desde entonces, la grúa ha permanecido inmóvil. Integrada en el paisaje de la nueva ribera de la ría, pero nada más. Y sus actuales responsables quieren sacarle más jugo. «Hay que ponerla en valor. Todo el mundo se sube a un faro, a una cúpula o a un puente en otras ciudades. ¿Por qué no subirse a la ‘Carola’?», interpela Jon Ruigómez, director del Museo Marítimo. Para hacerlo había que conocer primero si la estructura soportaría el trasiego de la gente, y el dictamen es favorable.
«Todo está en condiciones; hasta la madera que pusimos hace diez años en la cabina resiste perfectamente», resumía Jesús Díez, responsable de proyectos de Tecnalia, en plena ascensión a una estructura levantada a base de perfiles roblonados. «Se hizo a mano. Un operario iba sacando los tornillos de un horno a 900 grados y otro los incrustaba con un mazo en el lugar que les correspondía. Nada unía mejor las chapas», rememoraba Díez al alcanzar la puerta de la cabina que movía la máquina, un centro de operaciones que se mantiene tal y como se dejó en 1984: los mandos, la bocina, la silla y hasta el banco del acompañante permanecen intactos tras aguantar el paso de los años con mayor o menor suerte. Alrededor, una majestuosa vista de Abandoibarra, Artxanda, Zorrozaurre, Olabeaga y hasta el Serantes. «Todo lo que se ve es impresionante, está grúa fue una obra de arte y todo el mundo debería pasar por aquí», sugiere Iñaki Piñero, otro de los ingenieros de Tecnalia implicados en el proyecto. «Con limpiar un poco el polvo y colocar unas mamparas para garantizar la seguridad estaría todo listo», añade.
No es tan fácil, y los ingenieros lo saben. El problema de la ‘Carola’ son sus accesos. La escalera de ‘gato’, con tramos verticales y otros de más de 30 grados de inclinación que requieren utilizar hasta las manos para avanzar, utilizada por los trabajadores para subir antaño no es útil ahora. «Los peldaños no cumplen ninguna normativa», reconocen los técnicos. Las alternativas propuestas para salvar este obstáculo son dos: construir una escalera externa o un ascensor. «La idea es que se pueda subir y bajar de la grúa sin ningún control», detalla el director del Museo Marítimo.
La idea no es nueva. En el año 2000, con el centro cultural en plena construcción, ya se abordó la posibilidad de abrir la ‘Carola’ al público como motor de un proyecto que apostaba por convertir los recuerdos industriales de los astilleros de Bilbao en un «parque temático» incipiente. El coste económico frenó entonces la operación y encontrar un mecenas que asuma el gasto volverá a ser ahora el gran reto a superar

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